lunes, 30 de enero de 2023

Señora de rojo sobre fondo gris

 

La próxima reunión para comentar esta novela de Miguel Delibes será el día 15 de febrero, miércoles, a las 18:30 h.



Sinopsis

Un bellísimo canto al amor de toda una vida.

Un prestigioso pintor, sumido en una grave crisis creativa, desgrana ante su hija sus recuerdos más íntimos en un monólogo que es a la vez un homenaje y un exorcismo del dolor que siente por la muerte prematura de su esposa, Ana, «una mujer que con su sola presencia aligeraba la pesadumbre de vivir». Ana desprendía tanta belleza y plenitud que iluminaba la grisura cotidiana y los sinsabores de su enfermedad, de ahí el desconsuelo del pintor tras su pérdida.

Una de las novelas más bellas y conmovedoras de Miguel Delibes. Un canto al amor maduro, sereno, de toda una vida.





3 comentarios:

  1. Dejamos un resumen de nuestras opiniones sobre este libro:

    - Con la lectura de esta novela hubo unanimidad de opiniones, a todas las asistentes nos gustó mucho.

    - Es un libro íntimo, profundo, personal, con un ritmo tranquilo y serio.

    - Para algunas fue algo repetitivo, sobre todo en lo relacionado con la crisis creativa del pintor.

    - Es un tema muy triste pero se lee con agrado.

    - Los sentimientos están muy contenidos, es emocionante pero sin llegar a lo lacrimógeno. Alguien dijo que “es muy castellano”.

    - Cuenta situaciones personales en las que todos nos podemos ver reflejados.

    - Delibes es un gran narrador, utiliza un vocabulario sobrio, sin caer en excesos, con algunos matices o doble sentido.

    - Aquí descarga sus penas, aligera su corazón, saca sus miedos y su rabia.

    - Sin ser una biografía ni dar nombre reales, es un homenaje a la esposa fallecida, también una hermosa carta de amor a la única mujer con la que compartió su vida. Además la hace inmortal.

    - En la novela todo es admiración, cuenta todo lo bueno y lo bello. Pensamos que a través de los años, idealizó su figura y exageró el elogio.

    - Le dedica hermosas descripciones: “ella aligera la pesadumbre de vivir”, es creyente, equilibrada, imaginativa, gran narradora, descubre la belleza en las cosas cotidianas, no se amilana contra las dificultadas, tiene un gusto delicado, criterios originales, gran sensibilidad aunque venga de "gente de campo, con poca imaginación”.

    - También es su secretaria, conoce sus compromisos, deseos, caprichos, crea espacios adecuados para pintar.

    - Su debilidad son los viejos locos solitarios.

    - Odia las grasas y la celulitis. Le dan tanta importancia a la estética y la belleza que temen las consecuencias físicas de la operación, hasta que ella los tranquiliza: “Tal vez sea preferible eso a no vivir”.

    - Cuando tuvo que cumplir una promesa hecha de niña, hizo algo que le costaba mucho sacrificio por su gran vanidad.

    - Es una mujer tradicional de la época, dedicada a su familia y a ayudar al prójimo.

    - Tiene que perderla para ver que ella era su equilibrio, el eje de su vida, el punto de referencia de sus pensamientos.

    - Ella era su “ángel”, su existencia, su apoyo y compañía hacían posible su talento.

    - Habla de una relación normal, cotidiana, familiar, con trabajo, con miradas y silencios cómplices.

    - Para ellos, “la felicidad era estar juntos, sin palabras, miradas sin proyecto”.

    - Para crear necesita buen ambiente (tranquilidad, rutina, orden...) y no encuentra inspiración con los sedantes y alcohol que toma (“no se parece en nada a una estrella del rock”)

    - Toca muchos temas, habla del amor, del miedo, del dolor, del paso del tiempo, de la enfermedad y de la muerte.

    - Al final, nos deja la duda sobre si volverá a crear ante la pérdida de su fuente de inspiración.

    - Nos gusta cómo describe la sensación física cuando te dan una mala noticia: “el estómago iba fraguando como si fuese cemento”.

    - El pintor se hace hace un mal autorretrato como un hombre temeroso para enfrentarse a las desgracias, cobarde porque no fue capaz de visitar a su mujer durante el coma “para recordarla feliz” y egoísta porque ve la pérdida de ella según como le perjudica a él y a sus creaciones.

    - Comentamos el ataque de celos que tuvo al ver el retrato que un amigo pintor hizo a su esposa.

    - “Señora de rojo sobre fondo gris” también es el nombre del retrato de Ángeles Castro que pintó Eduardo García Benito y que se utilizó como portada de la novela.

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  2. - Hablamos sobre los médicos que aparecen en el libro. Son muy optimistas, ven todo muy fácil y sin complicaciones. En la actualidad, es al contrario. Todo son complicaciones y efectos secundarios.

    - Nos llama la atención el personaje de Primitivo Lasquetti, sus contradicciones y falta de empatía. Por internet, encontramos que está basado en el escritor Francisco Umbral.

    - En el trasfondo de la novela, está la crítica política que hace a los últimos años del franquismo centrándose en el proceso 1001. En 1972 se detuvo y se sometió a juicio a varios dirigentes sindicalistas de CCOO.

    - Aquí, los padres de una detenida intentan por todos sus medios saber qué ha sido de ella, evitar que sea sometida a torturas y asegurar un juicio justo.

    - Es curioso cuando uno de los fiscales defiende que “los detenidos se autolesionan para desprestigiar a la Policía”

    - Por último, decir que el libro tiene muchas frases y reflexiones para recordar. Una de las que más nos ha gustado a todas a sido la referente a los libros y la lectura.

    “Amaba el libro, pero el libro espontáneamente elegido. Ella entendía que el vicio o la virtud de leer dependían del primer libro. Aquel que llegaba a interesarse por un libro se convertía inevitablemente en esclavo de la lectura. Un libro te remitía a otro libro, un autor a otro autor, porque, en contra de lo que solía decirse, los libros nunca te resolvían problemas sino que te los creaban, de modo que la curiosidad del lector siempre quedaba insatisfecha. Y, al apelar a otros títulos, iniciabas una cadena que ya no podía concluir sino con la muerte”.

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  3. Empezaré diciendo que profeso mi más profundo respeto hacia el escritor Miguel Delibes porque sin duda alguna pudo haber sido Premio Nobel de Literatura.

    Parece que no hay mucho que decir sobre el libro pero no es así. El relato escrito en forma de monólogo, con texto íntimo, emocional, pleno de sensibilidad y simbolismos, y un leve perfume metafórico, dice lo contrario.

    Es un estudiado ejemplo de hallazgos literarios con exquisito lenguaje.

    Pronto existe la complicidad, una empatía entre el protagonista y el lector “al compartir todos los espacios literarios”.

    Por ejemplo, en la página 41 ya trataba el tema del machismo, cito: “En toda pareja existe un elemento activo y otro pasivo, uno que ejecuta y otro que se allana. Yo, aunque otra cosa pareciese, me plegaba a su buen criterio, aceptaba su autoridad”.

    Algunas veces la estructura del texto ofrece un ritmo pausado, algo lento, como si Delibes quisiera que paladeásemos las vivencias y emociones que nos relata, entre un equilibrio de ternura y humanidad.

    Como la describe en esta cita, página 64: “Estos viejos locos solitarios, nunca faltaron en la vida de tu madre: tu abuela, mi padre, Tirso Urueña... Todos eran ancianos inseparables, a quienes la insolidaridad de la vida moderna había cogido desprevenidos. Se sentían perdidos en la vorágine de luces y ruidos, y daba la impresión de que ella, como un hada buena, iba tomándolos de la mano uno a uno, para trasladarlos a la otra orilla. Pero esto, lejos de humanizarlos, los envilecía y, conscientes de su conmiseración, abusaban de ella...”

    Siguiendo con la lectura, el libro está lleno de conmovedores recuerdos sobre la pérdida de felicidad, la orfandad de su amor, que también ha sido musa de su inspiración en su pintura, ya que se ha sentido imposibilitado de seguir pintando después del fallecimiento de ella: Ana.

    Y por último, el simbolismo que caracterizaba mucho a Ana y lo han respetado hasta su final despedida:

    “Para ella las flores eran la imagen de lo espontáneo, de lo libre, lo más opuesto a la organización. Y todo lo que supusiera constreñir su libertad, hacer geometría con ellas, constituían un contrasentido. Sus juicios, que no ocultaba, escandalizaban a los estetas de la ciudad pero nadie solía darlos de lado.”

    La anécdota de César Varelli lo prueba. César llegó de París, consternado con su muerte, y no se le ocurrió mejor demostración de su dolor que depositar en su tumba una corona de claveles rojos. Pero, de regreso a la ciudad, fue sintiéndose incómodo. Conocía la aversión de tu madre a disciplinar las flores, a hacer filigranas con ellas, y aunque una y otra vez pretendió desechar la idea de su cabeza, el reconocimiento llegó a ser tan insufrible que, al fin, volvió sobre sus pasos para remediarlo pero se había echado la noche y encontró el cementerio cerrado. Entonces, a pesar de su corpulencia, saltó la tapia, localizó la sepultura y deshizo lo hecho, arrancó los claveles del armazón y los desparramó sobre la lápida. No es que aquella lluvia de claveles rojos le entusiasmara pero, al menos, había deshecho la simetría, había roto el esquema. Me sentí liberado, me decía. Y estoy seguro que Ana se habrá quedado tranquila”.

    “Ella nos pidió vivir y no hemos sabido complacerla” (pág. 151)

    “Habíamos soñado con envejecer juntos”.

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